Rohrich y Pessa, usando técnicas de tinción y disección de cadáveres revelaron los compartimentos grasos superficiales del rostro. Estos compartimentos están separados por unos septos y una delicada fascia donde convergen los ligamentos de retención. Los compartimentos grasos superficiales del rostro se mueven con los gestos y se desplazan con el envejecimiento.
Los septos que dividen los compartimentos grasos se extienden desde la cara interna de la piel hasta el SMAS. El SMAS es un músculo que se continúa con los otros músculos faciales e interviene en la expresión de las emociones.
El SMAS fue descrito por primera vez en 1976, por Mitz y Peyronie como una fascia facial superficial fibroadiposa. Se extiende desde el cuello donde se llama platisma, en el rostro se llama SMAS propiamente; por la zona temporal se llama fascia temporal superficial y medialmente respecto a la cresta temporal, sobre la frente, se llama galea aponeurótica.
Los dos ligamentos de retención del rostro más potentes son superiormente, el ligamento cigomático y en la parte inferior el ligamento mandibular, y estos tienen inserción sobre el periostio.
Entre los compartimentos grasos profundos del rostro tenemos el SOOF (Subocularis oculi fat), medial y lateral; el compartimento graso bucal y el ROOF (retroorbicularis oculi fat), debajo del músculo orbicular del ojo.
Tenemos 2 teorías importantes sobre el proceso de envejecimiento: la teoría gravitacional que defiende como los tejidos caen debido en parte a los cambios que ocurren en los ligamentos de retención y una segunda teoría es la volumétrica que defiende como envejecemos debido a la atrofia de la grasa en ciertos compartimentos del rostro. Pero estas dos teorías no se excluyen mutuamente, en realidad el envejecimiento del rostro refleja un complejo cambio morfológico que envuelve ambos elementos, la ptosis gravitacional y la deflación del volumen.
La pérdida de fuerza de los ligamentos de retención cutáneo-cigomático, orbito malar y mandibular, provocan el descenso de los tejidos blandos y contribuyen a la pronunciación del surco lagrimal, las bolsas malares con el surco pálpebro-malar, o el descenso de la grasa detrás del surco premandibular.
Además no todos los compartimentos grasos del rostro cambian de la misma forma, mientras unos se atrofian, otros sin embargo conservan su volumen como el caso del compartimento graso nasogeniano, donde confluyen compartimentos grasos superficiales y profundos. Así también la interacción de unos compartimentos con otros contribuye a la mal posición de los tejidos blandos que ocurre en el envejecimiento.
Así se ha demostrado que el compartimento graso malar profundo se atrofia antes que el compartimento graso malar superficial. Así en términos generales podemos decir que los compartimentos grasos profundos se atrofian antes que los compartimentos grasos superficiales, y en personas jóvenes se ve más cantidad de adipocitos en estos compartimentos profundo en relación con los superficiales en un estudio realizado sobre cadáveres.
La grasa malar y la grasa peri orbital son los compartimentos que se ven afectados antes por el envejecimiento.
Junto a todo este proceso debemos aportar el hecho de la reabsorción ósea que empieza en la sexta década de la vida por la parte media del esqueleto, más acusado en mujeres. Esto provoca una pérdida de soporte para todos los tejidos blandos del rostro en general.